"Crónica de una crecida anunciada", por Javier Huarcaya

Con la mitad de una vida por contar en California, el campeón mundial Master 2012 y actual leyenda del surfing peruano, nos narra a detalle cómo vivió y sintió la fuerza del huracán Rosa en la reciente gran crecida que azotó el Pacifico Norte.

  • Javier Huarcaya
  • Damión Dávila
  • 16/11/2018
  • 2758

Es sorprendente la pasión que temenos por correr olas, especialmente sin gente. Ello implica un viaje, en su mayoria, un viaje impulsivo.

Tienes Hawaii y México, lo bueno de México es que está a una hora de mi casa, en San Diego (California) y no es tan dificil ir, lo dificil es regresar. 

El cruce de la frontera hacia EE.UU, como muchos han experimentado, puede ser una pesadilla de 2 a 5 horas o más, o peor. Como lo vivimos alguna vez con mi gran amigo "Jarita" Gómez, que lo llevé a correr a Todos los Santos y nos detuvieron por 3 días. Más complicado aún es que la ciudad fronteriza de Tijuana tiene problemas y siempre hay balaceras.

Una semana atrás, un conocido surfer (Adam Francis D’esposito) desapareció y después fue hallado sin vida. Aún no se conoce la causa.

Ese impulso de viajar se frena con estos temas, pero ya habiendo experimentado en el 2014 la crecida del huracán Marie, donde el Point de Calafia sacó olas de 4 metros, no podría desaprovechar la oportunidad. Y sabiendo que era la dirección correcta para esta playa, a solo 30 minutos de la frontera, se podria poner épica.

Era un domingo, y normalmente por mi casa las crecidas sur de Huracán no entran muy grandes. Llegué a la playa esperando ver como estaba el mar, esperé una hora, las olas chicas y cerradas en Carlsbad. Me di cuenta que esta era otra oportunidad de ir nuevamente al point de Calafia después de 4 años.

Llamé a varios amigos y nadie podia ir, ya se empezaba a complicar porque viajar solo a México no es lo mejor.

Empecé por poner cinco tablas en el carro y seguía llamando, nadie se animaba.  Salí solo cuando ya eran las 3 de de la tarde.

Sabía que estaría más grande de lo que cualquier persona podría pensar viendo el reporte, esa ola es un imán para las crecidas de huracán y el huracan Rosa estaba justo donde debería estar. En el camino me di cuenta que no había tiempo de nada.

Tenía tres dudas: por dónde entrar a la playa. Si tenía suficiente tabla y la seguridad de la zona. Entrar a esa playa, es bien complicado cuando está grande y con marea baja. Si le preguntas a los del lugar, todos tienen respuestas diferentes, hay una entrada que implica una remada de 3 cuadras (por Mushrooms) pero es la más segura.

Antes de entrar a México paré a poner gasolina. Mis tablas no tenían quillas y pensé que estaría por los 2 metros. Y le puse las quillas a las 6’4” round pin. Llamé al hotel y reservé un cuarto que está casi al punto del abandono. 

Llegué a la playa y el sol estaba a una hora del sunset. Fuí a la recepción y pedí la llave pero no tenía tiempo de registrarme ni pagar, y no me dieron ninguna llave. Les pedí porfavor que lo guarden para descansar después de correr.

Llegué al point y estaba mucho más grande de lo que pensaba, lo mismo que con el huracán Marie del 2014, pero no tenia tiempo de cambiar de tabla, el tema era por donde entrar. La remada larga imposible, no había tiempo. Por el medio las olas te barren como Pacasmayo pero con rocas. Solo  había escuchado que, caminando por el acantilado con el agua a la cintura, puedes llegar al point y entrar entre series. 

Yo soy de los que no les gusta las "botitas", pero sabía que las necesitaría y me puse la del pie de atrás, que es la que menos afecta en ola.

 Adivinando llegué al punto de lanzarme, bien parecido a Peñaascal por el Point: rocas grandes y espumas fuertes.

Ya listo para saltar, entró una serie. La espuma me levantó y me revolcó entre las rocas, solo me corté la mano, pero mi tabla se destrozo la punta y el riel. justo en ese momento vi que podía entrar. Me lancé y remé lo más que pude pensando por qué me metí por acá!

Pasé cinco olas y pude llegar al point, solo habían seis personas pero mucho más afuera, me perdí varias olas sólidas.  La 6’4 no entraba, ya estaba cansado y, para colmo por el apuro, tenía una pita buena pero no era para esas olas que estaban realmente fuertes. 

Cuando entró una seria grande no me quedó más que pegarme más inside y remar con todo, la ola tenía mucha agua y encima el viento en contra era "brutal", pero pensé en un Peñascal sin gente, con viento en contra (para motivarme). Sin tiempo para seguir pensando, la ola me agarró y me levanto, cuando me paré, estaba en el aire. De alguna manera me perdonó y pude hacer el drop.  

La razón de que no hay mucha gente allí es porque las olas no se conectan, solo las grandes. Cuando me paré, vi una sección interminable, pero sabía que no se conectaría, hice un 'reentre' lo más rápido posible para que no me deje y me quede arriba. Empujé con ambas manos, pisé adelante y regresé a la ola, ahora la ola era más chica pero la sección era interminable y empecé a sentir los limtes de la 6’4.

Al final la situación se puso media cuadrada con piedras que te miran, sentía que me podía meter al tubo pero era irregular y estaba demasiado rápido como para tratar algo en mi primera ola. De alguna forma el labio me perdonó varias veces y terminé una ola increíble, no la podía comparar con nada, tal vez Honolua Bay o la tercera sección de La Herradura antes de los 80’s. 

El  corazón se me salía, era mezcla de adrenalina -por el viaje-, la entrada y los golpes de la primera ola. Dentro de mi pensé: "valió todo hasta ese momento". Cuando regresé a la segunda sección me di cuenta que los otros tablistas tenían tablas más chicas que yo, y no podían agarrar olas. Significaba que estaba prácticamente solo con olas de tres metros. Ya no me dio tiempo de llegar al point y corrí unas cuatro olas más hasta que entró un amigo que estaba en el huracan anterior. Entró al point pero con una 9’0”, se agarró varias.

Yo agarré unas tres olas más y seguía perfecto, ahora con menos viento y el sol color naranja del sunset. Sin darme cuenta ya era de noche y la salida es dificil por las rocas, así que ya era suficiente y decidí salir.  

Llegué a la orilla y este amigo de la 9’0” me dijo: "vamos por la carretera". Yo le dije: "No, voy por la orillla", le hubiese hecho caso.  Estaba bastante lejos de la subida y las piedras resbaladizas me ponían lento, se hizo de noche y no me quedó más que adivinar el camino hasta que llegué, y la gente del acantilado me ayudó a subir alumbrando con una linterna. Gracias a Dios lo logré, lleno de barro, cortado y acalambrado, pero contento de estar allí.

Llegué al hotel a las 8:30 pm a recoger la llave y ya estaban cerrando. Logré entrar al cuarto y ver mis cortes, para luego preparar la 6’8” para el dia siguiente. 

Ya de día, a las 7 am, fui a ver el mar y estaba más grande, pero con marea muy alta y viento en contra, solo un Jet ski haciendo “drop off”.

Esperé hasta las 11 y no habia nadie. Llegaron unos amigos: Billy y Nick de Swamis, los animé y les dije: "agarren la tabla más larga que tengan". Billy sacó su 8’6”y Nick solo una 6’6”, y yo, con la 6’8”. 

Entramos por la remada larga para asegurar. Billy me agradeció por escoger la 8’6, se metió muy buenos drops, corrimos tres horas y al final de una ola terminé en la orilla, pero era imposible salir por ahí, reventaba contra el cerro. "Raspando" regresé y felizmente había llevado un hidratante de reserva en el wetsuit. Me dio dos horas más de remada, salieron un par de tubos, uno con salida.

Ya sin aliento y acalambrado, empecé la retirada larga. Para mí sorpresa había una invasión de mosquitos negros que no te dejaban respirar, y sin fuerzas, metí la cabeza al wetsuit y como sea pude llegar al hotel.

De regreso, crucé la frontera sin mucho retraso (11:00 pm). Luego me enteré que un fotógrafo (Damión Dávila) había tomado algunas fotos y, posteriormente, que el piloto del jetski -saliendo del agua- fue asaltado con pistola y se lo llevaron por el mar, pero para suerte del dueño, los ladrones se quedaron sin gasolina y tuvieron que tirarse al agua, dejando el jetski abandonado que luego fue recuperado.

Gracias Rosa.

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